El cambio climático es una realidad innegable, particularmente evidente en las frecuentes olas de calor. En España, hasta la década de 1990, la mayoría de las construcciones no contemplaban la instalación de sistemas de aire acondicionado en las viviendas, ya que el objetivo principal era combatir el frío, no el calor.

En la actualidad, es común encontrar aparatos de aire acondicionado en cualquier edificio antiguo. Sin embargo, estos sistemas no funcionan de manera óptima sin un adecuado aislamiento térmico en las fachadas. El techo, siendo la superficie más expuesta al sol, suele ser la menos aislada térmicamente.

Como resultado, el forjado se sobrecalienta y transfiere el calor al interior de la vivienda, generando un efecto ‘horno’ especialmente intenso en la última planta, buhardillas, áticos y bajo cubiertas. Además, el aire acondicionado por sí solo no puede contrarrestar este calor de manera eficaz y económica.

La solución a este problema, que puede hacer que ciertas áreas de una casa sean inhabitables debido a las altas temperaturas, es simple, accesible, económica y duradera: el aislamiento térmico exterior.

Los trabajos principales incluyen: desmontar la pizarra existente, colocar rastreles de madera tratada (fungicida, insecticida) para crear una cámara de aire, instalar el aislamiento térmico exterior y volver a colocar la misma pizarra.

Estas labores son discretas, se realizan desde el exterior y requieren un tiempo reducido (aproximadamente 5 días por cada 100 m²).

Los beneficios de este proceso son:

• Mayor confort y habitabilidad en toda la vivienda, especialmente en la última planta.
• Ahorro energético significativo tanto en verano como en invierno.
• Eliminación de las dilataciones de los materiales de construcción y los ruidos asociados.
• Rehabilitación del tejado de pizarra, con la sustitución de ganchos por otros más duraderos de acero inoxidable y la posibilidad de reemplazar perfilerías metálicas deterioradas.